Cada año, a estas alturas de la temporada, practico una especie de ritual que me satisface especialmente. Compro el libro de mi admirado José Antonio Marina prácticamente el mismo día que sale a la venta y lo leo de un tirón con el mismo placer que se saborea una buena comida que los más aficionados paladean un buen caldo o se deleitan con los lances de José Tomás. Puro disfrute.
Marina, uno de los mejores pensadores de la actualidad (y no solamente en nuestro país) nos ha regalado anteriormente joyas para la reflexión y la acción como Elogio y refutación del ingenio, Teoría de la inteligencia creadora, Ética para náufragos, El laberinto sentimental, El misterio de la voluntad perdida, La selva del lenguaje, Diccionario de los sentimientos, Crónicas de la ultramodernidad, La lucha por la dignidad, Dictamen sobre Dios, El rompecabezas de la sexualidad, Los sueños de la razón, Ensayos sobre la experiencia política, La inteligencia fracasada, Por qué soy cristiano, Anatomía del miedo y Las arquitecturas del deseo. Este diciembre de 2008 tocaba, como el mismo José Antonio Marina me había anticipado en nuestro último y fugaz encuentro en la T4 yendo a Pamplona, sobre La pasión del poder, que subtitula Teoría y práctica de la dominación. Fascinante tema para quienes nos apasiona el Liderazgo y cómo desarrollarlo.
¿Por qué meterse en los vericuetos del poder? El propio autor nos lo aclara en el comienzo del libro. JAM escribe para aclararse. “Escribir no es mi manera de enseñar, es mi manera de aprender.” Quiere aprender –y nosotros con él, aprovechándonos de su sabiduría y de su generosidad al compartirla- sobre la equívoca fascinación por el poder. “Cuando comprendemos su ubicuidad, el poder se convierte en una clave para entender la experiencia humana”. Marina nos recuerda que hemos pasado, por su conflictiva relación con la libertad, de la admiración total por el poder a la condena en bloque (aquella frse de Lord Acton, “el poder corrompe siempre”, que se ha convertido en dogma de fe).Por eso escribe JAM un tratado sobre el poder, y sobre todo porque (y él emplea la cursiva) “se silencia que el poder político se funda en una ficción necesaria que todos pretendemos olvidar que es ficción, para tranquilizarnos”. Ahí queda eso, maestro.
Sí, en los humanos hay esa inquietud emprendedora que Nietzsche llamó voluntad de poder. Nuestro autor la define internamente como “la capacidad de hacer real lo posible”. Y nos recuerda que “en ningún otro aspecto de la existencia humana se halla la vanidad sometida a tanto riesgo”. JAM nos propone, antes de hablar del “deseo de poder”, hablar del “poder del deseo” (“la esencia del hombre es el deseo”, Spinoza). Para expresar nuestra identidad, el ser humano sube una escala: afirmación, distinción, liberación, ampliación de posibilidades personales, competición y dominio. De la “indefensión aprendida” (Seligman) a la “pasión de actuar”. Imprescindible recordar el análisis de Gregorio Marañón sobre la pasión de mandar en la biografía del Conde Duque de Olivares: “Conduce a la riqueza, al mando, a la gloria, al heroísmo, a la santidad, al crimen y a la perversión sexual”.
Marina ha explicado en otras ocasiones, y también aquí, que las personas nos movemos por tres deseos básicos: el bienestar, la vinculación social y la afirmación del poder del yo (de la identidad). Mas añade: “El estudio del poder es una travesía desde la biología hasta la ética, como sucede siempre que estudiamos un producto de la inteligencia humana.” Tres saltos de fase: 1. La inteligencia humana convierte todos los deseos en insaciables, incluido el deseo de poder. 2. Los mecanismos de dominación se van haciendo cada vez más simbólicos. 3. Aparece la necesidad de legitimar el poder, de justificar de alguna manera la obediencia. “La lucha por el poder se convierte en una lucha entre distintas legitimaciones.”
Poder como acción realizadora (“la capacidad transformadora es inherente a la acción humana”, Anthony Giddens). El poder personal (la capacidad de hacer) se bifurca en poder autorreferente (ensimismado) y poder social, dirigido a los demás. Aparece entonces el control: “La lucha por la libertad –psicológica o política- consiste en librarse de controles externos, afianzado los controles propios”.
Una relación asimétrica entre quien impone su voluntad y quienes la cumplen. Es la dominación y la sumisión. En ese laberinto, hay dos grandes modos del poder, mediante el control inmediato o mediato del “subordinado”. La guerra es poder directo (“convierte en cuerpo al combatiente”); la tortura, límite entre el poder mediato e inmediato; la actuación sobre la conciencia ajena define el poder mediato. El principio de todo gobierno, nos recuerda JAM citando a Montesquieu, son las pasiones humanas que lo ponen en movimiento “el de la monarquía, el honor, y el del despotismo, el temor”.
El poder como capacidad de hacer daños, como capacidad de dar premios, como movilizador de sentimientos. La seducción, término que como nos recuerda Marina en su origen significó “arrastrar”, “separar”, con intenciones poco honestas y que en los últimos tiempos ha perdido su significado peyorativo. Para los griegos, la esencia de la seducción era “la gracia”. La atractividad. De ahí al Liderazgo. Marina considera a Goleman y compañía optimistas del liderazgo “porque es falso que los líderes saquen lo mejor que hay en nosotros”. Benditos optimistas en los tiempos que corren.
Y describe varios tipos de liderazgo: visionario, organizador, afiliativo, democrático, autoritario, transformador… Cada situación requiere el liderazgo adecuado.
Los mecanismos del poder influye son muy pocos: la coacción directa, el cambio de creencias y el cambio de sentimientos. “Tiene poder quien posee los recursos necesarios para usar en su favor estos mecanismos”. Hay recursos personales (la autoridad, la credibilidad) y posicionales (la propiedad, la organización) y estrategias para alcanzar y mantener el poder.
JAM nos presenta finalmente las tres grandes dramaturgias del poder: las relaciones amorosas, el mundo de la empresa y la política. En la primera interviene el amor, palabra equívoca (“está a punto de morir víctima de la polisemia”). Son funciones de campo la confianza mutua, el clima emocional, la esperanza o desesperanza, el ánimo o el desánimo, la creatividad o la rutina. En un Nuevo Modelo de Poder (NMP) renacen los afectos. “Los enamorados se aniñan un poco, se dicen ternezas, utilizan un idioma infantil”. La empresa, “formidable estructura de poder”, también necesita su NMP: el “campo de empoderamiento”. “El talento de nuestra gentes está muy subestimado y sus conocimientos, infrautilizados. Nuestra principal tarea consiste en volver a definir radicalmente nuestra relación con los empleados. El objetivo es construir un lugar donde tengan la libertad de ser creativos, donde tengan una auténtica sensación de realización: un lugar que saque lo mejor de cada uno” (Jack Welch, ex CEO de General Electric). Y en el poder político se corre el peligro de la legitimación carismática (en la versión española, el caudillaje) y por ello se necesita un NMP más centrado en el ciudadano. JAM nos enseña que frente al Maquiavelo de El Príncipe hay uno distinto, el de los Discursos, “una comunidad de sujetos virtuosos, capaces de mantenerse in vivere civile y libero, esto es, capaz de engendrar virtú a través de la pluralidad, la competición y el conflicto”.
Un año más, me lo he pasado genial. Y ahora, a aplicar lo aprendido. Gracias de corazón, José Antonio.