Dalai, Líder

Viernes muy interesante, porque incluía una videoconferencia en directo para participar en el V Congreso Internacional sobre Talento, en Colombia, para hablar de Talento y Liderazgo. En lugar de volar hasta Bogotá (por un solo acto era algo complicado), aprovechar la tecnología para hacer la conferencia desde la sala de reuniones de la oficina. En directo.

En el avión de vuelta a Madrid, me he leído La senda del líder, de Su Santidad el Dalai Lama & Laurens van den Muyzenberg (Alienta Editorial, 2008). Me ha parecido un libro magnífico, soberbio. Laurens, consultor internacional de origen holandés, y el Dalai Lama se conocen y tratan desde 1990. Han elaborado un texto utilísimo para el Liderazgo en los tiempos que corren.

En la introducción, el Dalai Lama, Premio Nobel de la Paz, nos aclara: “No estoy interesado en incrementar el número de budistas. Mi interés es presentar los conceptos budistas que son aceptables y útiles para las personas de todas las creencias religiosas, y para aquellas que no tienen ninguna fe religiosa”.

El libro tiene tres partes. La primera, Liderarse a uno mismo. El Dalai Lama resume la esencia del budismo en dos conceptos: Visión de Futuro Justo y Conducta Justa. Y propugna una perspectiva holística (sistémica) a través de una mente tranquila, serena y concentrada. “A primera vista cabría pensar que existe una gran diferencia entre los negocios y el budismo, pero su común denominador es la importancia que conceden a la felicidad. Una compañía que no tenga empleados, clientes y accionistas felices, acabará por desaparecer. Buda consideraba que el principal propósito de sus investigaciones y enseñanzas era encontrar las causas de la felicidad y lo que se podía hacer para reducir el sufrimiento. Su conclusión fue que la causa básica del sufrimiento era el egocentrismo y se refirió a ello como una ley de la naturaleza.”

Tres principios budistas resultan especialmente útiles: el origen dependiente (nada existe sin una causa y nada cambia espontáneamente), la interdependencia (dependencia de uno del otro) y la impermanencia (las únicas cosas que existen son procesos que operan en una cadena de causas y efectos; todo objetivo es un blanco móvil). Frente a hacerse ilusiones, enfrentarse a la realidad y ofrecer una visión de futuro esperanzadora.

Hacer lo correcto: vivir según lo que uno predica. El efecto de toda decisión ha de ser beneficioso para la organización y para los afectados. “Un líder humilde escucha a los demás; valora la aportación de sus empleados, incluso si son malas noticias, y la humildad está marcada por la habilidad para admitir equivocaciones.” (Laurens) Las seis perfecciones budistas son generosidad, disciplina ética, paciencia, esfuerzo entusiasta, concentración y sabiduría. ¡Vaya perfil de competencias para un líder del siglo XXI! Laurens cuenta el caso de una empresa tailandesa cuyo DG comentaba: “La debilidad fundamental de los directivos de Occidente es que están demasiado preocupados por el resultado final. En todos mis tratos de negocios me aseguro de que mis clientes obtengan un buen acuerdo… pero también nuestra compañía. El resultado es el beneficio.” Esa empresa ha desarrollado entre sus directivos habilidades como saber ocuparse de una crisis (a través de la calma y la meditación), tomar mejores decisiones, mejorar las relaciones con las personas que trabajan con ellos directamente, menos reuniones y mejor ejecución de las decisiones, más creatividad, un alto nivel de entusiasmo por su trabajo.

Para el Dalai Lama, “la humildad elimina el orgullo injustificado, la autoestima exagerada, la vanidad y la arrogancia”, “la consideración y la activa preocupación por el bienestar ajeno elimina la falta de consideración, la mezquindad y el daño a los demás”, “la ecuanimidad (equilibrio emocional) elimina el ansia de poder, riqueza y fama”, “elimina el desánimo o la preocupación cuando no se logran los objetivos o se experimentan decepciones”, “elimina el odio, el enfado, la ira, el resentimiento, el rencor, la envidia y los celos”, “un sentimiento de vergüenza (la vergüenza es positiva cuando conduce a una acción correctora)”, “la amabilidad elimina la indiferencia, la hostilidad, la irritabilidad, la hosquedad y la antipatía”, “el vigor reemplaza a la apatía mental y a la pereza”, “la receptividad y una mente abierta eliminan el fanatismo y la fe ciega”.

La Visión de Futuro Justo y la Conducta Justa son retos enormes. Por eso el Dalai Lama porpone “entrenar la mente”; convertirlo en un hábito. “La mente no entrenada puede ser comparada con un mono que salta de rama en rama, que deambula de un objeto a otro, sin concentración. Cuando la mente está perturbada por el enfado, los celos, el odio, la impaciencia, el temor o la falta de confianza en uno mismo, o cuando se agita por cosas negativas que ocurrieron en el pasado, está perdiendo un valioso tiempo para pensar. Estas emociones y pensamientos negativos consumen tiempo, un tiempo que debería utilizarse para el pensamiento constructivo. El propósito de entrenar la mente es maximizar su poder y concentrarse en las decisiones que interesan.” ¿Cómo entrenar la mente? Con otra persona (un maestro, en la tradición budista; el coaching, en la Occidental) y meditando (se puede hacer caminando, sentado, con técnicas respiratorias, visualizando, citando mantras…).

La segunda parte del libro lleva por título Liderar la organización. “Un líder que inspira fe tiene que tener mucho cuidado con engendrar la clase de fe correcta”, explica el Dalai Lama, jefe del gobierno tibetano en el exilio. Nos recuerda que ya en 1939 Chester Barnard definió las tareas del líder como “formular y definir propósitos; proporcionar un sistema de comunicación y atraer y retener a personas muy competentes, alentándolas a esforzarse lo más posible en la consecución del objetivo del negocio.” Y Chester Barnard añadía: “Un líder debería tener aptitudes técnicas superiores en comprensión de la tecnología, percepción, conocimiento, memoria e imaginación. También debería tener niveles superiores al promedio en determinación, resistencia y valentía.”

El budismo propone los “siete rasgos de la naturaleza de una persona ideal”, aplicables al líder: entender los principios y las causas, entender los objetivos y los resultados, entenderse a uno mismo, entender la moderación (en el discurso, en el trabajo y en la acción), entender la ocasión y el uso eficiente del tiempo, entender la organización y entender a las personas.

Para afrontar los problemas, los budistas manejan los “Ocho conceptos universales”, que van en parejas:

- Angustiarse cuando uno le insulta o menosprecia
- Alegrarse cuando uno le elogia

- Sentirse deprimido cuando experimenta el fracaso
- Sentirse feliz cuando experimenta el éxito

- Disgustarse cuando se empobrece
- Alegrarse cuando se enriquece

- Sentirse ofendido cuando no obtiene reconocimiento
- Sentirse complacido cuando alcanza la fama

Es la gestión de la euforia y la disforia. Además el líder ha desarrollar la plena consciencia (preguntarse por la verdadera causa del problema, que quiere lograr y cómo alcanzarlo) y asegurar su sucesión.

¿Beneficios o felicidad? Laurens cita a Peter Drucker en 1977: “Un negocio no puede ser definido o explicado en términos de beneficios. Si se pregunta qué es un negocio, el típico ejecutivo es probable que responsa: “Una organización para obtener beneficios”. El típico economista es probable que dé la misma respuesta. Pero tal respuesta no sólo es falsa, sino irrelevante. El concepto de maximización del beneficio, en efecto, carece de sentido. La ganancia no es el propósito de las iniciativas comerciales, sino su factor limitador. El beneficio no es la explicación, la causa o la racionalidad de las decisiones de negocios, sino una prueba de su validez. El objetivo del negocio descansa fuera del negocio mismo. De hecho, debe descansar en la sociedad, ya que un negocio empresarial es un órgano de la sociedad.” Una empresa es un ser vivo, que aprende, que busca la felicidad.

Como consecuencia, “una buena reputación es la ventaja inmaterial más importante que una empresa puede tener”. Las malas prácticas (contabilidades enmascaradas o fraudulentas, enorme disparidad de salarios, prácticas de explotación, marketing de productos nocivos, violaciones de los derechos humanos y del medio ambiente) generan absoluta desconfianza. La corporación creíble es la que sobrevivira, y cada vez hay más ranking de “buenas” compañías: Dow Jones Sustainability World Index, Dow Jones STOXX, FTSE4Good Global 100, FTSE4Good Europe 50… “Para los negocios, el desafío consiste en explicar a la opinión pública que las “buenas” empresas existen” (Dalai Lama).

La tercera parte del libro se refiere a Liderar en un mundo interrelacionado. A lo que significa la globalidad en términos de consumo sino de responsabilidad. “El respeto por los derechos humanos fundamentales no debería ser todavía un ideal a alcanzar, sino un requisito para la fundación de toda sociedad humana.” Es la fortaleza en la diversidad (citando a Mandela: “una vez que ganamos el poder, elegimos ver como una fuente de fortaleza la diversidad de colores y lenguajes que una vez habían sido utilizados para dividirnos”). La diversidad es la piedra angular para la innovación. Y frente a la pobreza, la iniciativa emprendedora, con un sistema bancario justo y eficaz, reduciendo la tasa de crecimiento demográfico. El libro describe proyectos como el de Unilever en India, Proyecto Skakti (que en sánscrito significa Fuerza) con ONGs y el de la misma compañía europea en Indonesia con Oxfam.

Y, por supuesto, la libertad. “Creemos que cuando las personas tienen la motivación correcta, no abusan de la libertad.” “El punto de vista budista es que todas las personas tienen el mismo derecho a la justicia y a un nivel de vida decente con independencia de sus capacidades y sus fuerzas físicas e intelectuales.” Una economía de libre mercado responsable, con libertad y prosperidad para todos. El Dalai Lama escribe: “La libertad es preciosa. La libertad que conduce a la felicidad depende de los actos responsables de las personas de manera individual y como miembros de organizaciones. El liderazgo que reconoce la responsabilidad universal es la verdadera clave para superar los problemas de este mundo”.

Grandes enseñanzas que, como seres humanos, tenemos la obligación moral de poner en práctica.