Hoy ha estado en Barcelona, en un acto multitudinario (más de 2.000 directivos) organizado por Cuatrecasas, Seeliger & Conde, EDS, Newland, Abantia y APD en el Palacio de Congresos, el ex primer ministro británico Tony Blair.
Ha hablado de cambios globales, del desplazamiento del centro de gravedad hacia el este, de la amenaza del terrorismo. Todo ello requiere de cambios profundos en todos nosotros, ni de derechas ni de izquierdas. La diferencia está en si asumimos el cambio o nos oponemos a él. En términos económicos, si estamos a favor del libre comercio o tratamos de protegernos.
Mr. Blair se ha referido a China y la India, a Vietnam (con la misma población que Alemania), con la sugerencia de que los líderes occidentales trabajen juntos por el libre comercio. Sobre Oriente Medio, ha comentado que hay dos grupos opuestos, los moderados y los fundamentalistas y que no está seguro de que los primeros ganen la batalla.
Es partidario tanto del diálogo (mentes y corazones) como de la solución militar. China le parece un aliado estratégico por la industrialización a la que se va a someter en las próximas décadas.
Ni una sola vez se refirió a la democracia al hablar de Asia ni de África, ni de talento, ni de igualdad de género. Sí de una “superpotencia” europea y de energía nuclear. Le preguntó un panel formado por el presidente del Grupo Mondragón, el director general de La Caixa y el presidente de Vueling: sobre la industrialización en Europa, el proceso de diálogo con ETA, Irak, Gibraltar, etc.
Tony Blair es un gran comunicador; sin embargo, con todo respeto, no es mi modelo de líder. Me parece un demagogo que engañó (involuntariamente) al Presidente Aznar respecto a la guerra de Irak y volvió a engañar (involuntariamente) al Presidente Rodríguez Zapatero respecto a las negociaciones con la banda terrorista ETA.
En su día escribí un artículo que reproduzco tal cual y que creo que se confirma tras la conferencia de Barcelona.
Tony Blair,¿modelo de líder?
El pasado fin de semana pudimos leer en estas mismas páginas un magnífico reportaje: “Tony Blair, el encanto de un líder aplicado”. En él se vertían opiniones de personalidades como Jordi Pujol (“nos encontramos ante el único político europeo actual con talla de gran líder”) o mi admirado Santiago Álvarez de Mon (“en estos momentos, es la cara más amable de Gran Bretaña”). Me temo que corremos un serio riesgo si, como consecuencia, tomamos al primer ministro británico como modelo imperante de liderazgo.
La mediocridad bastante generalizada entre los actuales dirigentes no debería hacernos confundir liderazgo con persuasión o demagogia. Y Tony Blair podría ser el mejor ejemplo de ello en la escena internacional. Por ello, sugiero leer su biografía (El precio del poder, del periodista Philip Stephens), publicada este mayo. De ella podemos destacar las siguientes claves:
- Un consumado actor: Anthony Charles Lynton Blair, hijo de un abogado conservador, recibió una educación privilegiada (Fettes College, el internado escocés más selecto, y Oxford). Allí desarrolló, según su biógrafo, una creencia inquebrantable en sí mismo y una ambición desmedida. Forjó su carácter con disciplina rigurosa y austeridad. Su profesor Eric Anderson (que llegó a ser director de Eton) canalizó sus energías al teatro. El joven Blair interpretó a Marco Antonio en Julio César, de Shakespeare. Otro de sus profesores, David Kennedy, dijo de él: “Siempre ha sido consciente del efecto que produce en las restantes personas. La fachada siempre está puesta. Es muy inteligente y calculador. No olvide que era un actor soberbio”. Metro ochenta, delgado, sonrisa perenne... y un gran orador.
- Un converso renacido: Sí, era un líder nato en Oxford. “Él era el que siempre decía a qué fiesta o a qué concierto deberíamos ir. Los demás le seguíamos”, recuerda un compañero. Nada que ver con convicciones sociales. Si George W. Bush se convirtió al fundamentalismo religioso a los 40 años, tras una borrachera, Anthony Blair proclamó su fe a los 22 tras la inesperada muerte de su madre, Hazle, víctima de un cáncer de tiroides. En palabras de un íntimo colaborador del gobierno: “Su fe siempre aparece en el marco de su pensamiento político”. Lo que él defiende es “lo correcto”. Lo de los demás, no.
- Un aprovechado del tándem: La carrera de Tony no se entiende sin la pertenencia a dos tándem de éxito. El primero, con la abogada Cherie Blooth. Su padre abandonó a su esposa e hijos cuando ella tenía 9 años. Se afilió al laborismo a los 16. Licenciada en empresas por la London School of Economics, sacó mucha mejor nota que Blair en el examen de derecho. Se conocieron en el bufete en el que ambos trabajaban. Tras casarse, pactaron que el primero que obtuviera el acta de diputado se dedicaría a la política y el otro a apoyarle. En 1983, Tony Blair (que se había apuntado al partido ocho años antes), se presentó por el distrito laborista de Sedgefiel y Cherie por una circunscripción conservadora imposible de ganar. Cherie Blair es hoy una buena esposa, madre de cuatro hijos, abogada de derechos humanos, muy crítica con la pena de muerte y con el presidente Bush. El otro tándem es el que forma desde junio del 83 (Blair tenía 30 años) con Gordon Brown, mayor que él, más impactante en lo moral; intelectual, erudito. Blair era el diputado más joven, deseoso de aprender. Cuando quedó vacante el primer puesto en el partido (1994), Blair se adelantó a Brown y le propuso dejarle el liderazgo a los 10 años. No lo ha cumplido.
- Un oportunista de las tragedias: Febrero de 1993: un niño de dos años, James Bulger, es asesinado por dos menores de diez años en Liverpool. Blair es el portavoz de justicia e interior laborista y acapara los medios pidiendo ser “severos con el delito y con las causas del delito”. 12 de mayo de 1994: el líder laborista John Smith fallece de un infarto masivo a los 55 años. Tras cuatro derrotas electorales, el joven Blair se autopostula (“incluso sus íntimos se quedaron estupefactos ante la falta de sensibilidad que demostró al dejar atrás a Brown”) para modernizar el partido. El New Labour (Nuevo Laborismo) aprovecha los éxitos de Clinton de 1992 y 1996 y gana las elecciones en mayo de 1997. Agosto de 1997: la princesa Diana ha fallecido en accidente de automóvil. La familia real guarda silencio. Ahí está Blair aprovechando la ocasión. Acuña la frase princesa del pueblo. Dice su biógrafo: “Mientras la reina era guiada hacia un terreno más seguro, Blair usurpó el papel de la monarquía, hablando al país en su momento de dolor”. 10 de abril de 1998: firma el acuerdo de Belfast, recogiendo los esfuerzos de John Major, Bill Clinton, Gerry Adams, David Trimble, John Hume y tantos otros para la paz en Irlanda del Norte. 11-S de 2001: aparece en Downing street declarando que luchará “hombro con hombro” con Estados Unidos. Ese otoño recorre 80.000 kilómetros para convencer a los líderes internacionales de luchar contra el terror (“era la clase de política que bombardea su adrenalina”). G-8 de julio de 2005. Blair lidera el grupo para acabar con el hambre en el mundo (en realidad, se necesita diez veces la ayuda prometida para acabar con la mitad del hambre, pero la publicidad ya está hecha). 7-J: masacre terrorista en Londres. ¿Quién monopoliza la atención? Sí, lo ha adivinado.
- Un pragmático dispuesto a todo. Defensor de la “tercera vía”, que no es otra cosa que conservadurismo moderado, cuando le preguntó a Clinton, “¿Cómo debo actuar con George Bush?”, éste le respondió: “Hazte amigo suyo. Sé la persona a quien acuda”. Dicho y hecho. ¿Cuál la posición de Blair respecto a la Unión Europea? “Para Gran Bretaña, estar en el centro de influencia en Europa es una parte indispensable de la influencia, la fuerza y el poder y en el mundo” (Varsovia, otoño de 2000). Esto es, pragmatismo y realpolitik. En casa, la prudencia respecto al gasto público se ha cobrado el abandono de las infraestructuras. Los hospitales, escuelas, carreteras, ferrocarriles no se han modernizado. Ha aumentado la población carcelaria a niveles desconocidos.
- Un mentiroso contumaz: Se dice que no hay líder sin equipo ni equipo sin líder; sin embargo, en su gabinete, las decisiones se ratifican, no se discuten. Blair ha embarcado a su país en tres guerras: Kosovo (la primera en la que participaba la OTAN en sus 50 años de historia), Sierra Leona (“mientras Blair se llevaba los aplausos, las fuerzas estadounidenses libraban la guerra”) e Irak, tras la reunión de las Azores. Mintió respecto a las armas de destrucción masiva (“de haber sido cualquier otro líder, no habríamos luchado con Bush, sin un mandato de Naciones Unidas”, comentó un ministro). Ha destrozado el laborismo. Se dedica a sermonear sobre la Política agraria europea cuando su país es incapaz de sincronizar con el de la Unión e incorporarse a la zona euro. Contamina el espíritu olímpico politizándolo como nunca antes. Presume de planificación y eficacia policial tras el 7-J cuando la comparación con el 11-M es más que odiosa. Sí, ha ganado tres elecciones, pero su país ha pasado de la euforia al desencanto.
El profesor Manfred Kets de Vries nos ha enseñado que el Liderazgo ha de pasar el test de las “3 H”: Humildad, Humanidad y sentido del Humor. Es proverbial en Blair su falta de humildad (“Es un político que nunca puede pasar frente a un espejo sin mirarse”, ha dicho un íntimo colaborador), de humanidad (“Es el líder más despiadado que conozco. Es muy poco sentimental cuando se trata de aplicar medidas duras”, ha declarado un miembro de su gabinete) y de sentido del humor (el guiñol de la tele le representa como el sombrerero loco de Alicia). Mal vamos si éste es el líder al que debemos imitar.