Sobre la Creatividad

Para un libro que estoy ultimando, he estado repasando la obra Sobre la Creatividad, de David Bohm.

David Bohm (1917-1992), hijo de un inmigrante húngaro, hizo aportaciones decisivas en la física, la filosofía y la neuropsicología, además de participar en el Proyecto Manhattan de creación de la bomba atómica. Bohm trabajó con Robert Oppenheimer en la Universidad de California en Berkeley, y en Los Álamos (1942-1945) y después con Albert Einstein en la Universidad de Princeton. La caza de brujas del McCarthismo provocó su expulsión de la universidad. Marchó a Sao Paulo, a Haifa y posteriormente a Inglaterra (a Bristol y después a Londres). Se convirtió en gran amigo del filósofo hindú Jiddu Krishnamurti (fruto de este diálogo son sus libros conjuntos Más allá del tiempo y Los límites del pensamiento), con quien “conversó” durante más de un cuarto de siglo. Colaboró con el neurólogo de Stanford Karl Pribram en el modelo holográfico del cerebro y mantuvo una serie de diálogos con el Dalai Lama. Se retiró del trabajo científico en 1987, proponiendo el diálogo como una forma de socioterapia (aplicando las teorías del psiquiatra británico Patrick De Mare). Falleció en Londres de un ataque al corazón a los 74 años.

A título póstumo, su viuda Sarah publicó en 1998 un libro titulado Sobre la creatividad, que abarca dos décadas de reflexión de este genial científico sobre el tema.

El primer capítulo, de 1968, se llama precisamente Sobre la creatividad. Para él, “La creatividad es, bajo mi punto de vista, algo imposible de definir con palabras”. Bohm se pregunta por qué están tan interesados los científicos en su trabajo. Llega a la conclusión de que los científicos están buscando más allá del placer: el descubrimiento de algo nuevo. En esto, el científico no se diferencia del artista, del arquitecto, del compositor… Quieren crear algo nuevo que sea completo y total, armonioso y hermoso. A través de la originalidad. Bohm pone como ejemplo a Anne Sullivan, maestra de Hellen Keller (una niña ciega y sorda desde temprana edad). Comprendió la necesidad de tratarla con amor, de poner toda su energía en sentir como ella para aprender a comunicarse con ella. El paso clave para formar conceptos fue poner a su alumna en contacto con el agua, dibujando en la palma de su mano la palabra “agua”. Ese descubrimiento tan creativo transformó la vida de Hellen Keller sino de muchas personas en situaciones semejantes. Una labor similar a la de Einstein o la de Arquímedes. En palabras de David Bohm “es evidente que esta clase de creación es poco común. En toda la historia de la humanidad, quizás sólo unas pocas personas la han alcanzado. La mayor parte de la acción humana ha sido relativamente mediocre, aunque se incluyan flashes de revelaciones sorprendentes que ayudan a elevarse por encima de la rutina cotidiana. La razón es que el trabajo creativo requiere, ante todo, un estado mental creativo. En general, lo que aprendemos de nuestros padres, profesores, amigos y de la sociedad cuando somos niños es tener un estado mental conformista, imitativo y mecánico que no signifique un peligro para sus concepciones”. Cada persona ha de descubrir lo que significa ser original y creativo, para empezar a despertar. “Me parece que al igual que la salud del cuerpo exige que respiremos bien, tanto si nos gusta como si no, la salud mental exige que seamos creativos”.

En el segundo capítulo, Sobre las relaciones entre la ciencia y el arte, también de 1968, ahonda en la similitud de ambas como experiencias estéticas. “Lo que los científicos pueden aprender del arte es, en primer lugar, apreciar del espíritu artístico dónde se encuentran la belleza y la fealdad, de modo que sirvan de sensibles indicadores emocionales propósito de la verdad y la falsedad”.

El tercer capítulo, El alcance de la imaginación, data de 1976. Explora el despliegue de la percepción en cuatro facetas: la revelación racional e imaginativa y la fantasía racional e imaginativa. Bohm nos recuerda que la palabra “teoría” comparte la misma raíz con “teatro”, en el sentido de “ver” o “hacer” un espectáculo. Cada acto de descubrimiento cuenta con la revelación y la fantasía, inseparablemente conectados e interrelacionados. “La inteligencia no se ha de considerar como el resultado del conocimiento acumulado que puede ser aprendido, como una ciencia o una técnica. Quizás sería mejor verla como arte, el arte de la percepción a través de la mente. Dicho arte requiere un alto grado de intuición y habilidad. Cuando estas virtudes no están presentes, el pensamiento se pierde rápidamente en la confusión”.

El arte de percibir el movimiento, cuarto ensayo de Sobre la creatividad, también es de 1971. Investiga el funcionamiento del lenguaje y del pensamiento. “La principal función de un símbolo del lenguaje no es sustituir o representar al objeto que corresponde, sino que pone en marcha un movimiento de la memoria, imaginería, ideas, sentimientos y reflejos que sirve para centrar la atención y dirigir la acción de una forma nueva que no sería posible sin el uso del mismo”. “Arte” significa principalmente “concordancia, en un sentido estético y emocional”. La “belleza” es “concordancia en todos los aspectos”. Las palabras latinas bene (bien) y bellus (“belleza”) están relacionadas en su origen. Desde el punto de vista de la innovación, “artefacto” es “aquello que ha sido hecho para concordar”.

Finalmente, Arte, diálogo y orden implicado (1989) es una conversación de David Bohm con la artista danesa Louwrien Wijers. Para Bohm, “el espíritu científico y el artístico tienen algo en común. El científico no solo quiere aprender sobre los hechos, sino también comprender cómo se relacionan, cómo se acoplan y forman una totalidad. Incluso utiliza criterios como la belleza y la simetría para decidir qué teoría prefiere”. Como padre de la teoría del orden implicado (“todo está internamente relacionado, todo lo contiene todo, y sólo en el orden explicado las cosas están separadas y son relativamente independientes”), considera que el orden replegado es una vasta gama de potencialidades que se pueden desplegar. “Si te quedas atascado en un orden repetitivo y mecánico, acabas degenerándote”. Para avanzar, Bohm apostaba por la participación y el diálogo. “La idea básica del diálogo es la de ser capaces de hablar mientras suspendemos nuestras opiniones, las retenemos delante de nosotros, sin reprimirlas ni insistir en ellas. Sin intentar convencer, sino tan solo comprender. Lo primero que hemos de percibir son todas las opiniones de todas las personas, sin tener que tomar decisiones ni decir quién tiene razón o quién está equivocado. Lo más importante es que todos veamos lo mismo. Eso creará un nuevo marco mental donde exista una conciencia común. Es una especie de orden implicado, donde cada uno se repliega en la conciencia global. Con la conciencia común tendremos algo nuevo, una nueva forma de inteligencia”.

Las ideas de David Bohm nos ayudan mucho en la creación y desarrollo de las comunidades creativas.