El silencio del pescador

Magnífica mañana en Barcelona, primaveral, entreviendo posibilidades de desarrollo del talento en una entidad financiera con una responsable de RRHH que proviene del negocio, con las ideas muy claras sobre lo que sus profesionales necesitan y sobre el ritmo de transformación de su organización. Tarde más fría y ventosa en Madrid, presentando una propuesta muy especial de cara a Beijing 2008. Y contacto con periodistas: con uno que prepara un artículo sobre cómo gestionarían una pyme distintos personajes históricos (un poco à la Tom Morris: si Aristóteles dirigiera la General Motors, si Harry Potter dirigiera la General Elecric), otra preparando artículo sobre el día de la mujer trabajadora en la empresa, una tercera sobre productividad y calidad directiva… Profesionales dedicados, con nuevas ideas.

Hoy he leído el SILENCIO del PESCADOR, un libro de Guillermo Ferrara (Bahía Blanca, Argentina 1967), fundador del Spa Club de Tantra en Barcelona. En esta obra, Guillermo establece un paralelismo entre ir a pescar (a él le llevaban a los 8 años) y la meditación zen La caña es la acción y determinación, el hilo de pescar es la mente intuitiva, el mar es la conciencia, la carnada es la capacidad personal de seducir, conquistar y lograr los propios objetivos. El pez es hallar la confianza e iluminar nuestro interior.

Guillermo nos habla del valor del silencio, de recuperar el corazón del niño, de la preparación del pescador, de la soledad (“edad del sol”, claridad personal cuando eres tu mejor amigo), de las mareas (estados emocionales), del rumbo a tomar, de sentir el viento a favor, de aceptar las experiencias (“la vivencia es más auténtica que la creencia”), de la paciencia (la “ciencia de la paz”; citando a Buda: “al final del camino está la libertad; hasta entonces, paciencia”), de las rocas emocionales y las perlas del alma, de atravesar tormentas, de la limpieza (de los peces, del alma), de “río en calma, ganancia del pescador”, del no hacer (wu wei), de levar el ancla (soltar el dolor), de acunarse por nuevas olas (la respiración), de sentir el sol interior en tu rostro, del éxtasis (“salir fuera de uno mismo”), de sostener la caña (el poder personal), de soltar peces pequeños y capturar los grandes (con sabor, carne y consistencia), de cambiar de sitio, de los peces interiores (intuición, “ver por dentro”)… y de la vuelta al hogar: la romería (la mentalidad de abundancia), mantener limpio el pescado (la pureza mental), disfrutar el alimento y alimentar a los demás, vivir riendo (“la risa es el único lenguaje que la humanidad comparte”). Y cita finalmente a Antonio Machado: “Cuatro cosas tiene el hombre que no sirven en la mar: ancla, gobernalle y remos, y miedo de naufragar”.

Guillermo Ferrara nos habla de tantos temas importantes, entre breves relatos zen (plenos de sentido) y un último capítulo dedicado a prácticas “para la pesca de uno mismo”: meditación zen, danza, “los ojos de niño”, ordenar tu casa y tu vida, preparar el te, el ritual de la abundancia, la meditación del agua, el zazen… Este “tributo al niño que fui y que llevo a flor de piel diariamente” de Guillermo es un valioso texto de intuición, disciplina, conocimiento, entrega y confianza. Uno de los mejores libros que he leído en mucho tiempo. Me ha recordado cuando mi abuelo paterno, Juan César Cubeiro, me llevaba a pescar siendo yo un chaval. Hacía tiempo que lo había olvidado.